Si tuviera que definir con una palabra
lo que ha sido la Makani para mí, esa palabra sería grande. Una
gran experiencia.
Una semana antes terminaba los
entrenamientos para enfrentarme a esta ultra con dolores en los
sóleos y tibiales. Cuando se acercan las carreras empiezan a surgir
esas “molestias” que empiezo a reconocer como nervios antes de la
competición. Poco a poco las voy controlando y quitándole
importancia.
La ida a Gran Canaria estuvo llena de
problemas. El barco se retrasó una hora en el embarque más hora y
media sin salir del Puerto de Santa Cruz. Nervios y más nervios.
La llegada de noche nos hace perdernos
la charla de Darío. A las 9 aparcamos en Ingenio. Algo de cenar en la
plaza y rápidamente al Albergue Juvenil de la Villa.
Entre risas y bromas preparamos el material: ropa, calzado, mochila, frontal, geles, isotónico, agua... Todo comprobado.
Son las 11:30. Ya en la cama. Entran y
salen algunos corredores y me cuesta conciliar el sueño. Los nervios
me corroen. El sóleo me arde. Noche en vela. Mañana: mi segunda
ultra.
5 de la mañana. El despertador suena
pero yo ya llevo tiempo con los ojos abiertos. Me suena haber dado
alguna cabezada pero he tenido la sensación de no dormir. Típico en
mí pasar la noche en vela. Ya estoy más o menos acostumbrado.
Desayuno dos barritas de plátano,
alguna galleta y un Acuarius. Todos nos empezamos a despertar entre
bromas y los nervios típicos. Yo no suelo hablar mucho. Me
concentro. ¡Cómo me molesta la pierna! ¿Me va a pasar factura en
la carrera?
A las 6 ya estamos en la Plaza d la
Iglesia de Ingenio. Cojo el dorsal y me pongo el chip. Uffff. El
corazón a mil. Hoy es el día. Dos meses de preparación y me
molesta todo. Me pongo a calentar.
De repente, el sóleo deja de molestar.
Sonrío. Hoy puede ser un gran día si confío en mí e intento
disfrutar, que es para eso a lo que se viene.
En la salida pocos corredores pero
todos con muchos ánimos. Nos saludamos todos, conocidos y
desconocidos. Abrazo de club entre Darío, Valentín y quien les
escribe. Subidón.
Música de arranque y palabras
motivadoras de David, el presidente de la Makani. Me emociono y
pienso en mi familia y mis amigos. En los que están cerca y los que
se han alejado. Hoy voy a correr con todos ellos. Los llevo en mi
pensamiento y en mi corazón. Nunca iré solo.
Pistoletazo de salida y primeros
minutos al fuego. Estoy en cabeza. Miro hacia atrás. Parece que la
gente no se quiere quemar desde un principio. Corro con fuerza. Hace
frío, pero no mucho. Primeros 5 km de subida, voy bien, un poco
forzado pero con ilusión. La bajada y Guayadeque muy técnica. No
pierdo el ritmo de mis corredores cercanos. Primer avituallamiento y subida
del Barranco de Guayadeque. Stop. La subida la hago caminando.
Se me
van los corredores pero la cabeza me dice que hago las cosas bien. De
ahí hasta la subida a los Marteles la hago de menos a más, con las
manos en rodillas, impulsándome lo que puedo. Empiezo a recortar
distancias y cojo a algún corredor. Me siento bien de piernas y de
fuerzas. ¡¡¡Esto marcha!!!
La bajada de Los Marteles a Santa Lucía
de Tirajana es técnica. Hay que estar muy concentrado. Cojo a otro
corredor. Llego al siguiente avituallamiento y antes de llegar ya
tengo la mochila en la mano y el isotónico puesto en la botella.
Intento no perder nada de tiempo. Bajada hasta el asentamiento Hippie
por un camino cementado. Ahí me pasa un corredor. Se le ve fuerte en
llano y seguro en las subidas gracias a los bastones que sabe manejar
con soltura. Gracias a él, esta parte de la carrera se hace más
interesante. Aprovecho estando junto a él para conocer cómo corre.
En las bajadas técnicas yo voy mejor. En la siguiente me pongo junto
a él. Cuando veo el momento, aprieto. Lo dejo atrás. Comienza la
segunda parte de la carrera. Ahora voy cuarto. Qué pasada.
No le sacaré más de 2 minutos, pero
me da fuerzas para seguir con el ritmo. En el avituallamiento de
Fortaleza veo al tercero y a la vez al quinto que me sigue. Repongo
rápidamente y salgo escopetado. Empiezo a notar el cansancio. Ya
llevo 45 kilómetros y me he exigido mucho. Rumbo a Agüimes.
En un
cruce no veo las balizas y bajo unos 200 metros. Alguien me grita que
no es por ahí. Freno y vuelvo a subir rápidamente. El siguiente
corredor me coge. Bajona. Él también se había equivocado. Me da
ánimos y se pone delante. Yo me agobio y pierdo la concentración.
La subida de los 200 metros me han agotado. Aflojo la marcha. El
corredor se me va. Ya no lo veré más hasta meta. Bajo el ritmo. En
Agüimes, que tenía pensado no parar por estar a 3 km, freno en
seco. Me lo tomo con mucha calma. De regreso a Ingenio veo a dos
corredores y me pongo otra vez a correr. Uno es de la modalidad de
30, pero el otro es de la ultra que viene muerto de calambres. Le
animo y le paso. ¿Voy 4º? ¡¡¡Voy 4º!!!
Ahora aprieto hasta meta. Llegada en 9
horas 5 minutos 55 segundos. Pensaba llegar en 9 horas, pero la
carrera ha sido durísima. Estoy muy contento. Cuarto puesto.
Felicito al tercer corredor. Me ha hecho pasarlo genial y exigirme al
máximo.
Lo mejor:
La dureza y belleza de los senderos.
Sus paisajes y la historia prehispánica de muchos de sus rincones.
Muy muy dura. Magnifica ultra. La aconsejo.
Mejoras para próximas ediciones desde
mi punto de vista:
La fecha lidia con muchas carreras ya
consagradas. Habría que buscar un momento mejor. El balizamiento muy
bueno en algunos tramos, pobre en otros. ¿Habrán hecho fechorías
algunos desalmados? No me cabe el la cabeza. En fin...
En los avituallamientos pediría más
cantidad de fruta y frutos secos. Los puntos de control, más
repartidos por todo el recorrido y no sólo en los primeros 30 km.
Es una crítica constructiva y deseo
que se tome así. Siempre para sumar.
Un millón de gracias:
A la organización mil gracias por
hacerme pasar una de las más bonitas experiencias deportivas de mi
vida.
Al míster... ya lo sabes, Darío.
Gracias por hacer mis sueños realidad.
A mi equipo Vida Trail, gracias por confiar y
seguirme tan cariñosamente. Les quiero.
A mis amigos, gracias por las
felicitaciones. Saben que ésta es una parte muy importante de mi
vida. Me hace sentir vivo y me centra. Siento el apoyo día a día.
A mi familia... lo mejor es que me
animan como nadie en esta nueva afición. Ya hasta me llaman
deportista. :D
Para todos: No hay montaña alta ni
barranco profundo que no se pueda superar. Sonríe, confía en ti y
serás capaz.
Juan Febles