Tengo el corazón partido.
Como corredor por montaña, no sé con cuál quedarme de los dos parques rurales de Tenerife.
Anaga siempre me acoge con mucho mimo. La mayoría de los entrenos y los buenos momentos son allí. Pero Teno, Teno tiene algo fasninante. Allí uno se encuentra en el paraíso. Se para el reloj, pierdo la cobertura del móvil y ya nada transcurre igual. Es una paz muy difícil de describir.
Y este fin de semana teníamos la excusa perfecta para disfrutar de Buenavista del Norte: la TenoTrail.
Nuestros amigos de Isla Baja Trail han puesto todo su empeño para que los corredores puedan disfrutar de un recorrido espectacular, cuidando los 12 km con dos avituallamientos, muchos puntos de seguimiento y un trazado espectacular.
Desde el viernes nos fuimos para allá muchos compañeros del club a pasar un gran fin de semana que no defraudó en absoluto. Un almuerzo nada más llegar, una cena tranquila y a dormir algo para disfrutar del día siguiente.
La salida es en Masca, de lo más bonito de la isla. Tenía muchos nervios por esta prueba. Las distancias cortas no son lo mío. Estoy más cómodo en las ultras. Pero allí estábamos, y allí fuimos a disfrutar.
Salida neutralizada desde la parte más baja de Masca. Busco las primeras posiciones para solventar posibles tapones de entrada al sendero. Me siento como parte de una cuadrilla que al unísono cambia de ritmo: caminando, trotando y, llegando al asfalto, corriendo. En el arco de meta nos hacen parar. Palabras de los organizadores para los corredores destacados. Aplausos y nervios. Mi corazón a más de 200 pulsaciones. Estoy más nervioso que en la Transvulcania.
Bocina de salida y a galopar. Busco una buena posición y meto un ritmo fuerte para no quedarme atrás.
La entrada en el sendero la realizo sin complicaciones. A subir se ha dicho. Me pego al Goleta y troto hacia La Cruz de Hilda. Todo correcto y a muy buen ritmo.
La entrada en el sendero la realizo sin complicaciones. A subir se ha dicho. Me pego al Goleta y troto hacia La Cruz de Hilda. Todo correcto y a muy buen ritmo.
A partir de ahí, rumbo a Baracán. Nos quedan algunos kilómetros de ascenso. Ahí noto que salí disparado y no puedo aguantar el ritmo de mis acompañantes. Camino mano en rodilla pasos largos y al recuperar sigo un trote cómodo y continuado. Al terminar la primera pendiente de la carrera, bajamos a tumba abierta hasta el primer avituallamiento, en el Mirador del Baracán.
Pasamos todos los corredores de largo por el avituallamiento y nos disponemos a coronar la cota más alta de la prueba. las piernas me dicen "cuidado" y mi cabeza me dice "corre". Intento hacer caso a las dos y bajo un poco la intensidad. En cuanto observo un llano, pies para qué te quiero.
Siguiente parada: Teno alto. En las bajadas doy todo lo que puedo e intento no despegarme de los corredores que tengo, pero algunos me pasan. Pisamos asfalto y rápidamente pasamos por el segundo avituallamiento sin detenernos. ¡Esta carrera va como una bala! No estoy tan habituado a que pase fugazmente una prueba deportiva.
Queda alguna subidita más y a partir de ahí, a bajar. Veo algún corredor lesionado por el camino con la organización que rápidamente ha coordinado el plan de emergencias. ¡Muy bien por ellos!
Ya me habían dicho que la bajada era peligrosa, aun así, intento dar todo lo que puedo para no perder puestos. Atrás, varios corredores me están pisando los talones. El descenso a los Pedregales lo conozco de varios entrenamientos. Lo hago lo mejor que puedo, pero soy incapaz de quitarme a los que tengo pegados a mis espaldas.
Otra vez asfalto, y recta final hacia meta. Oigo la pisada de un corredor y meto todo el ritmo que puedo a mis piernas. No miro atrás. Doy lo que puedo hasta... que me piden que entre por meta con los niños de algunos compañeros del club. Freno, me cogen de la mano, y la sonrisa de oreja a oreja no me la quita nadie.
A partir de aquí viene lo mejor del fin de semana. :D
Llegada de mis compañeros. ¡Qué alegría en sus caras! De eso se trata.
Vemos la entrega de trofeos y nos volvemos para festejar la comida del Club en Los Carrizales.
Todo perfecto. Sara nos arropa con su comida y hositalidad, que ha mimado desde el viernes por la mañana. Felipe cuida hasta el último detalle para que nos sintamos en nuestra propia casa. Los niños, las parejas y los compañeros disfrutamos en un almuerzo sin igual. Las anécdotas se van contando unas tras otras, riéndonos un poco de su protagonista, recordando muy buenos momentos.
No suelo ser de los que habla mucho, más bien al contrario. Y en ese silencio, mientras los demás conversan, me doy cuenta los felices que son, lo feliz que me hacen. Me levanto y miro hacia Abache. Todo se conjuga a la perfección. El cumple de Héctor, el reconocimiento de Darío, la cara de felicidad de César al disfrutar de su tarta (Mil gracias Fanny), nuevos proyectos de compañeros, las familias de muchos allí compartiendo la mesa...
Creo que no puedo pedir mucho más. Ellos, junto con mi familia, los demás amigos y mi trabajo son los culpables de esa sonrisa tatuada que algunos dicen que tengo y que últimamente la muestro como quien está orgulloso de la obra de arte que posee en su piel. Intento almacenar ese momento en mi memoria. Es un fin de semana fantástico.
Estoy ... gozando en el paraíso.