Crónica Transvulcania 2013 (1/2): No sabía qué ponerme... y me puse a correr (Juan Febles)

Hoy es domingo 12 de mayo y son las 12 de la noche. No puedo dormir. Estoy eufórico y no noto nada el cansancio de ayer en la Transvulcania.

Después de la Ultramaratón del Hierro, el siguiente reto era La Palma. En estos meses previos he visto como he ido mejorando algo mi rendimiento. Los entrenos a raja tabla, cuidar mucho la alimentación y animarme en cada salida al monte fueron parte de la tarea hecha.

La semana previa estuvo llena de sorpresas. Ánimos de mucha gente, algunos a los que había perdido el contacto y que son muy queridos por mí. No ha sido fácil a nivel personal, pero cada vez que estaba más cerca la cita con la Isla Bonita, todo se iba solucionando.

Si me salen bien las carreras es por mi cabezonería. Cuando mi "azotea" está bien organizada, mis "pilares" me llevan a donde sea. Alguien me ha dicho que en las carreras soy frío y calculador. No sé si será para tanto, pero el principal motor de un corredor para distancias largas es la cabeza. Si no "furula", adiós carrera.

Un momento muy importante fue la charla con el míster el jueves por la noche. Me dijo: "Estás para bajar de 10 horas". Yo pensé: "Y tú estás para meterte en un manicomio." Le aguanté la chapa  la charla y me fui a casa. Y pensé: "¿Y si me pongo a correr de verdad?" Darío sabe que soy reservón. "Más vale pájaro en mano..." Pero me hizo pensar mucho.

Del viernes al sábado pasa todo como un relámpago. Aeropuerto, recoger coche, ir al apartamento, recoger dorsal, encuentro con los compañeros del club, preparar el material, buscar restaurante para cenar, cenar, ir al apartamento, ducha, intentar dormir...




El despertador suena a la 1:30 A.M. Desayuno. Me entra la comida sin dificultad. Se nota que los nervios están más templados que otras veces. La experiencia es un grado y ésta es mi cuarta ultra. Se nota. Si vieran cómo me desperté en la primera...




A las 2:15 cogemos el coche rumbo a Los Llanos desde Puerto Naos. Allí lo dejaremos para subir a la guagua a las 3:00. Uffff. Los temidos mareos. Me relajo y cierro los ojos. Me centro y en un pis pas ya estoy en El Faro de Fuencaliente. Una fila de guaguas escupen cientos y cientos de corredores. A comer otro poco y esperar. Hace algo de frío pero me encuentro muy relajado.


A las 5 empieza la organización a llamarnos para pasar el control de chip y ponernos en línea de salida. Disfruto mucho el momento. Empiezan a llegar las estrellas del Trail Running y todos flipamos un poco. Muy buen ambiente.

Son casi las 6 y parece que sólo llevo 5 minutos en Fuencaliente. La salida en rigurosa puntualidad, y yo pienso en una cosa: Hay que ponerse a correr. Tiro bien desde la posición que estoy en salida para no coger mucha cola en los embudos ante más de 1.600 corredores. Imposible. Aun así, subo lo más rápido que puedo y empiezo a rebasar a corredores. Ver fotos de una salida nocturna es flipante. Estar inmerso en la serpiente de luz es... brutal.


Y cuando a las 6 de la mañana ves más público que en todas las carreras que antes has disfrutado, más. Ejemplo: Llegando casi a Los Canarios, primer avituallamiento, a las 7 de la mañana y ver a dos niñas de 4 años con linternas infantiles dándote ánimos... no tiene precio. En Los Canarios te está esperando el pueblo en pie para ovacionarte. Espectacular. Sólo puedo decir: Gracias. Y así fui respondiendo uno por uno a todos los que me alentaron a lo largo de la carrera. Es lo mejor que tiene.

Voy muy bien de líquido y sólo llevo una hora. Decido no parar en este primer avituallamiento. ¿Me lo estaba pasando bien? Juzguen ustedes la siguiente foto.


A partir de aquí se llanea un poco y la tímida luz de los primeros rayos de sol me permite quitarme el frontal. Me centro más y empiezo a correr. En las subidas a trotar y caminar con las manos apoyadas en las rodillas cogiendo el mejor ritmo posible. Sigo dejando atrás a gente y busco un ritmo cómodo pero exigente, sin bajar la guardia. Las palabras de Darío resuenan en mi mente: "No seas reservón."

El picón es un mal compañero de carreras. No te deja subir cómodo, teniendo que imprimir mucha fuerza en cada pisada para no resbalar. Hay veces que simplemente patinas sobre esta superficie, teniendo que mantener el equilibrio a base de forzar la musculatura. Hago lo que puedo y sigo ascendiendo. Voy muy bien. Noto como los entrenamientos en pendientes han dado su fruto. 

Como un reloj voy dosificando en cada momento marcado los geles, isotónico, agua y magnesio que porto en mi riñonera. Esta vez he dejado la mochila por dos botellines. Menos espacio, menos peso, ajustando mucho lo que tengo que llevar. Una gran decisión.

Siguen las subidas y el calor se empieza a notar. El primer tramo de subida termina en Las Deseadas a 1.900 metros de altitud. Ahora hay bajadas y llanos que me permiten correr. Animo el cuerpo y las piernas y me tiro en picado. Aquí es donde noto que dejo atrás a más corredores. Algunos falsos llanos los remonto al trote y sigo con un ritmo más que satisfactorio. 


Pronto llegaré al Refugio del Pilar, la meta para los compañeros de la media. Otra vez se abarrota el público en esta parte de la carrera. Los alientos de desconocidos, los ánimos, gritos y aplausos me dan un subidón indescriptible. Los pelos de punta, la carne de gallina y la sonrisa de oreja a oreja. Allí me veo a muchas parejas de los compañeros de Vida Trail.

Un punto y aparte para ellas. Seguir todo el día en coche esta prueba es matador. La Palma y sus carreteras no lo ponen fácil. Desde aquí quiero reconocer el esfuerzo de ellas y de todas las familias que se vuelcan por hacernos más sencillo lo que más nos gusta: correr por montaña. Gracias chicas. Oírles cómo gritan ese "Vamos Juanillo" de una voz muy querida es... oro puro.

En los avituallamientos no pierdo mucho tiempo. Rellenar bidones, cargar mi propio isotónico, comer algo de fruta y hasta otra. Salgo entre los aplausos del público y entramos en una pista con bastante llaneo. A correr se ha dicho. Lorenzo va cogiendo fuerza y controlo la ingestión de líquidos con el Garmin. Cada x kilómetros, un botellín entero de isotónico, cada avituallamiento otro de agua. Cuido mucho y controlo este aspecto. Si no, el hombre del mazo puede sorprenderte sin avisar en cualquier curva del sendero.

Nos acercamos al Reventón y otra vez a subir. Me veo que sigo con fuerzas e imprimo un poco más de velocidad en las subidas. El calor ya se nota y me preocupa, aunque últimamente lo llevo mejor que nunca.



Ahora me queda el último tramo de subida. Viendo los tiempos que voy haciendo me doy cuenta de una cosa: Puedo estar para hacer 10 horas. ¡Cómo! Entra ahora en juego una estrategia de llegar antes que. Quiero conseguir este reto, el reto que me propuso Darío. No puedo perder ni un minuto. Me centro, sonrío y... me pongo a correr.

En unos días la segunda parte de la crónica.







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