SER PADRE, SER HIJO


Hace ya unos meses decidí emprender un camino que me condujera hasta una meta deseada en mi interior en más de una ocasión, ser “FINISHER” en una ultramaratón y……., escogí nada más y nada menos que la Isla Bonita y su ya renombrada Transvulcania.
Empiezan los largos rodajes encaminados a conducirme al objetivo planteado y, quien mejor que alguien que conociera lo que significa la palabra “ULTRA” y que me diera la seguridad que necesitaba para plantarme a los pies del Faro de Fuencaliente el día diez de mayo a las 06’00 horas, se da la feliz coincidencia que no tengo que buscar quien me lleve los entrenamientos, lo tengo en casa……...mi hijo Darío.
Todo transcurre según lo planeado y poco a poco voy acumulando kilómetros y cada día encontrándome mejor y con una confianza en mí mismo y en los entrenamientos total; hasta que veinte días antes de la gran cita mi rodilla derecha me empieza a advertir que estoy operado y que debo cuidarla más de lo debido, y los últimos catorce días me impiden entrenar, y mi entrenador me dice que haga solo rodillo en bicicleta estática (lo cumplo a rajatabla).
Aunque ya me empiezan las dudas, sigo firme en la idea de participar en la ultra y si me quedaba alguna, se me va cuando mi hijo/entrenador me dice “ todos lo saben menos tú, pero voy a salir en la ultra contigo y te voy a llevar a la línea de meta”. No sé si lo exterioricé o si se me notó en la cara, pero el escalofrío que me recorrió el cuerpo no es de los que se olvidan nunca, se erizan los pelos, los ojos se llenan de agua y no sé qué decir, me ausento para que no me vean y una idea se queda fija en mí como si me la hubiesen grabado a fuego “voy a terminar la ultra”.
Llega el jueves día 8 de mayo y salimos hacia la Isla Bonita, viaje de perros con un mar embravecido y llegada a la una de la madrugada mareado como si me hubiese largado una buena borrachera.
El viernes nos desplazamos hasta los Cancajos para la retirada de dorsales, después de una larga espera regresamos a Los Llanos; ya con todos los nervios colocados fuera de lugar, a las cuatro de la madrugada del sábado nos dirigimos hacia el Faro, y una vez que bajamos del coche con un beso a mi mujer y otro a mi hijo César, inicio junto a mis amigos (Sergio “el Flaki” y Santi Obaya), el descenso hacia la línea de partida; no sé qué demonios pasa que de golpe se llena el estómago de una bola que te corta la respiración, cuando paso el control del microchip y me encuentro de golpe en el centro de la vorágine, es cuando realmente empiezo a ver la grandiosidad de la aventura en que estoy embarcado.
Pasan los minutos y no encuentro a mi hijo, los nervios se disparan cada vez más, miro a todas partes, pregunto, vuelvo a mirar, llamo por teléfono y no hay red ahí abajo, ¡¡ Dios mío se acerca la hora de salir y no aparece !!, pero tengo la certeza que va a estar, pasa el tiempo, minutos eternos, segundos interminables y no lo veo, y de pronto las presentaciones de la élite y ¡ZAS! Diez, nueve, ocho………dos, uno, cero y allá vamos; también pierdo a Sergio ¡ya no lo veo! Ahora ya estoy solo y empiezo a acercarme al giro en el Faro y acometer la primera rampa y, de pronto alguien me coge del cuello y me besa ¡¡ MI HIJO DARIO¡¡ ¡Ya estoy aquí papá! Ninguno de mis tres hijos me ha fallado nunca y esta no iba a ser la primera vez.
Primer consejo que me da “papá detrás de mí” y ni lo dudo, sé que es donde debo estar, sé que es el paso que debo seguir hasta Los Llanos; y digo bien ¡ HASTA LOS LLANOS ¡ porque mi convencimiento es total y en mi cabeza no hay otra idea, atacamos la primera subida que nos va a conducir hasta Los Canarios, dura y larga pero agacho mi cabeza y solo veo el círculo brillante de la luz de mi frontal, no levanto la cabeza, no quiero ver las empinadas e interminables cuestas, sólo quiero patearlas y dejarlas atrás, y así nos plantamos casi sin darme cuenta en el avituallamiento de Los Canarios y ahí están mis fuentes otras de energía ¡ mi mujer y mi hijo César ! inyección de moral; por el Reventón nos empieza a pasar la cabeza de la distancia corta y nos disparamos hasta El Pilar donde llegamos en 4h, 02’ y 55’’ puesto 766.

Aquí el primer consejo sabio del experto “papá hay que comer en cantidad”, no tengo ganas pero mi promesa sigue en mi mente y la cumplo “haré todo lo que me diga el Jefe” como y bebo bastante más de lo que creía, lleno mis depósitos portátiles y salimos entre un pasillo de aplausos y gritos, como estrella de cine; giro a la derecha y allí están nuevamente mis fieles forofos, mamá Sara y César.
Seguimos con paso firme y decididos hacia las empinadas cuestas que nos deben conducir hasta el Roque de Los Muchachos, cojo un buen ritmo pero encontrándome cómodo y es tal la concentración que un ¿papá, tú estás bien? hace que me vuelva hacia mi hijo “sí, sí hijo, sin pegas” afortunadamente creo que disimulé bastante bien pero lo cierto es que me iba llamando el señor del mazo (pero un mazo muy pequeñito afortunadamente), y cuando llegamos a unos pocos metros del refugio ¡toma regalito, el primer calambre en el aductor izquierdo!, después de unos diez minutos, los toques mágicos de las manos de mi hijo unidos al buen trato del personal podemos volver a iniciar la aventura, y debo decir que estaba de nuevo eufórico.
Decimos adiós al avituallamiento del Pico de Las Nieves y nos vamos decididos hacia el Pico de la Cruz y nueva sorpresa al encontrar allí otra vez a mis fieles seguidores, pero también una pequeña tristeza al comprobar que Sergio se había retirado ( tranquilo amigo habrá otra y te quitarás la espina), con un “hasta Los Llanos” dejamos atrás este punto y salimos recuperados hasta el Roque de los Muchachos, y en este tramo vuelvo a recibir la visita de mis inseparables calambres por tres ocasiones, estos dos tramos el calor se hace notar, pero “mi jefe” se encarga de llevarme continuamente empapado de agua y apenas si me hace mella.

Ya estamos en el Roque de los Muchachos y aquí es donde empieza el sufrimiento, por lo tanto “papá detrás de mí y yo marcaré los ritmos” (ahora caminamos, ahora corremos, bebe agua, ahora isotónico), todo lo sigo al pie de la letra, atrás van quedando nombres de lugares que leía pero que ahora mismo solo me acuerdo de uno, porque era el siguiente objetivo; La Torre Forestal del Time el que estaba fijo en mi mente y allí que nos presentamos, comemos poco y bebemos algo, llenamos depósitos y salimos disparados; frase mágica “acabamos de descolgar a mucha gente papá” fuerte inyección de moral y nos disponemos a lanzarnos por el durísimo descenso del Time.
Aquí lo hacemos con ganas y reservas suficientes producto del control ejercido por “el jefe” a nuestro lado Jon Goicoetxea y su “Aita” que al igual que yo tuvo la gran suerte de que su hijo estuviera a su lado, grandes los dos y amigos de fatiga y alegría final en Los Llanos.

Bajé El Time corriendo y, sufriendo como nunca lo había hecho, ya me dolía hasta el alma, rodillas, uñas, tíbiales, tendones de aquiles, gemelos, etc, etc, pero juro por mi vida que nada ni nadie ya me detenía hasta la meta, últimas curvas de las rampas del infierno del Time “hijo afloja el ritmo” ¡peligro calambres!, entramos casi caminando en los últimos cien metros de bajada, pero la megafonía del Puerto de Tazacorte me pega un chute de adrenalina que casi paso de largo el último avituallamiento, gran instante cuando el speaker de la llegada de la maratón pide un aplauso para “estas dos parejas de padre e hijo”, ya dejamos atrás Tazacorte y nos metemos de lleno en el “vía crucis” del barranco, arena de playa, arena de barranco, piedras sueltas, pedruscos enormes, piedrecillas sueltas y un largo etc, hasta que llegamos a las últimas e interminables y duras rampas que nos llevarían hasta la larga recta de meta y, justo cuando piso los primeros metros del asfalto, nuevo golpe bajo y nuevos calambres en el isquiotibial de la pierna izquierda y el aductor de la derecha que me tiran literalmente al suelo, y unos cinco minutos más para recuperarme y desde aquí el siguiente mensaje “papá caminando hasta los últimos trescientos metros, pero a meta entramos corriendo” miro a mi hijo, miro a Jon y, miro a su padre; los tres esperándome y en mi interior resuena un….¡¡ VAMOOOOS NIÑOOOO !! superado el instante, ya la alegría salta a nuestros rostros cuando al final de la enorme recta vemos el ansiado arco de meta, caminamos y reímos, saludamos y nos felicitamos, pero apenas a quinientos metros nuevos calambres, pero esta vez en el otro padre, en el “aita” de Jon, pero están nuevamente las manos salvadoras de “mi jefe de aventura” y apenas en dos minutos nos encontramos ya acelerando y viendo como se agranda el arco y corremos, la meta camina ya hacia ti y es ella quien se te acerca cada vez más hasta que oyes la megafonía pedir un aplauso para “ESTAS DOS PAREJAS DE PADRE E HIJO” que acaban de proclamarse ¡¡ FINISHER !!


Me abrazo a mi hijo y no puedo articular palabra, lloro, río y busco a mis otros dos puntos de apoyo y allí está mi Sara y mi César y vuelvo a correr, pero esta vez por el cielo de la felicidad y los abrazo y los beso a los tres, y no sé cómo expresarles lo que siento, pero seguro que ellos lo ven en mi cara, al igual que mi otro hijo Héctor que la incertidumbre se lo estaba comiendo en Tenerife.
Gracias a mi club Vidatrail-Ultratrail y a tantos amigos por tantos mensajes de apoyo y cariño.
A ti hijo, ¡¡SÍ DARÍO, A TI!! Mi deseo es que un día vivas la misma experiencia que tú me has hecho vivir a mí, nadie que no lo haya vivido lo puede expresar, porque yo que he pasado por este maravilloso pasaje en mi vida, me faltan palabras para poder describirlo adecuadamente y por eso creo que el título del artículo es adecuado porque, ser madre es grandísimo; pero también lo es………………………………
¡¡¡¡ SER PADRE - SER HIJO !!!!

1 comentario:

  1. Preciosa crónica, espero que algún día pueda hacer una ultra con mi hijo. Aún es pequeño pero la emoción que debe sentir padre e hijo debe ser indescriptible.

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