En el
barco Fren Olsen de vuelta de La Palma empiezo a teclear estas
palabras. Mi intención es recordar y compartir este fin de semana,
que ha sido diferente a otros entrenos. Como éste, antes no había
tenido ninguno antes.
Desde
el viernes, Darío y quien les escribe se dirigían al aeropuerto
Tenerife Norte para viajar a La Isla Bonita. Era el momento de
comprobar el trazado propuesto para el reto Runspiral en esa isla.
Después de un mes y medio, volvería a sentir muchos momentos
vividos en la Transvulcania. Tenía muchas ganas.
Dejamos
las maletas en Los Cancajos y tras un almuerzo ligero, quedamos con
algunos amigos de Darío. Pasamos una tarde entre risas y anécdotas.
La cena un poco más intensa para ayudarnos a lo que nos esperaba
mañana.
El
sábado suena el despertador a las 06:30 y desayunamos con
fundamento. Víctor, amigo de Leopoldo, nos espera una hora más
tarde para llevarnos hasta Los llanos, inicio de nuestra ruta. Entre
una charla amena de carretera me vuelve a sorprender los paisajes de
esta isla. Un cafecito rápido y a las 9:00 nos ponemos en camino.
Lo
primero, llegar a la playa de Tazacorte y subir hasta el Mirador del
Time. Utilizamos unos bastones para ayudarnos a salvar este desnivel
positivo. Darío sube como una bala y yo, que con los bastones no voy
muy fino, hago lo que puedo para no ralentizar el entrenamiento. Una
vez que paramos para hacernos unas fotos, me doy cuenta que mi GPS se
ha apagado y no se enciende. Me parece rarísimo y me cabreo un poco,
pero al rato le quito hierro y prosigo con tranquilidad.
En un
momento, observo una buena recta he intento dar unas buenas zancadas
ayudándome con los bastones. Al ver una piedra intento desplazar el
bastón más hacia mí para salvarla, pero de novato total no me doy
cuenta que lo he desplazado en la trayectoria de mi pisada. Yo mismo
creo el tropiezo, que a tanta velocidad me hace caerme de forma
estrepitosa. En la caída me vuelvo a limar la rodilla, que ya es un
clásico en mis experiencias palmeras. Lo peor se lo lleva el dedo
corazón de mi mano derecha que se luxa y despelleja al contacto con
el suelo.
El
dolor es muy fuerte y tengo una bajada de tensión. Llamo rápidamente
a Darío que está a 100 metros y baja a todo lo que da. Me mira, me
limpia las heridas, me coloca bien la primera falange del dedo y me
anima un poco. Yo quiero seguir y la caída me cabrea mucho y a la
vez me duele. Me emociono y empiezo a llorar como un niño chico.
Sólo me sale una palabra: “Perdona”.
Evaluamos
la situación y yo insisto en seguir. No quiero que este viaje haya
sido en vano. Darío me mira, y, por done estamos, valora el seguir
hasta el siguiente punto y ver allí como nos encontramos.
Aquí
los malos pensamientos se adueñan de mi cabeza. Los que corremos
ultras sabemos que es nuestro principal aliado o enemigo. Si “no
carbura”, adiós a disfrutar del momento. Y eso te hace dudar de
todo.
El calor hace su aparición y nos enlentece la subida al Roque de Los Muchachos. Además mi ritmo no es bueno y simplemente camino hacia la cota más alta. Darío me para y me dice: “Hoy toca hacer trekking, no podemos hacer más. Intenta disfrutar, que esto lo hacemos para eso. Ya te caíste hace un rato, eso quedó atrás. Vamos tranquilos para arriba”.
Yo
simplemente no hablo. Estoy sumergido en porqué me caí, en porqué
me siento tan lento y mal y en si estoy haciendo las cosas bien. Todo
negativo.
Casi
llegando al Roque de Los Muchachos el calor es insoportable, 35º.
Nos vamos quedando sin agua y el sol aprieta cada vez más. Nos
encontramos con algunos corredores que nos dicen que en la caseta de
información del Roque hay un grifo con agua muy fresca. Primera
noticia buena en toda la mañana. Será la última.
Allí
hacemos una buena parada, comemos algo y nos refrescamos. Hemos
llegado a la cota más alta, pero seguiremos subiendo varios tramos.
No perdemos mucho el tiempo y seguimos con la ruta diseñada para ese
día.
El
sol llega a ser tan fuerte que, cuando pasamos por algunas plantas,
los pulgones se nos tiran a la piel en busca de algo de humedad. La
sensación es muy incómoda. Bajadas y subidas se van alternando y me
encuentro muy cansado. Prácticamente o camino o troto con
dificultad. Hoy parece que todo me sale mal.
Pasamos
Pico de La Cruz y Pico de Las Nieves con mucha dificultad. Nunca me
había sentido tan agotado en un entrenamiento ni en una carrera.
Simplemente quiero terminar, pero para ello tendré que llegar y
queda muchísimo. De Pico de Las Nieves a Pico Oveja se hace
interminable. Subidas y bajadas que parecen no tener fin. Ya las
horas pesan más que los kilómetros en el cuerpo.
Por
fin llegamos al sendero que nos llevará a Santa Cruz de La Palma.
Nos habían dicho que tenía mucha dificultad y desnivel, que
prácticamente era muy complicado. Y así fue. Nos llamó la atención
de las hojas y pinocha que había, signo de que era muy poco
frecuentado. Una bajada por la arista con fuerte pendiente, con un
sendero muy poco dibujado y marcado hacía que nos resbalásemos cada
dos por tres.
Siguieron
surgiendo las dificultades. Se me rompe el ojal inferior de la
zapatilla derecha lo que me deja más suelto ese pie. Esto me produce
que un inicio de uñero me moleste de tal forma que casi no pueda
pisar. Unos cuantos resbalones más y el cansancio acumulado no me
deja casi ni caminar, voy muy despacio. Darío me anima y cada vez
que podemos trotamos. Pasamos a una zona un poco más llevadera y
empezamos a descender a cierta velocidad. Si quiero llegar, tendré
que esforzarme. Resoplo y bajo lo más rápido que puedo. Parece que
el cuerpo me da tregua y me animo un poco.
Llegando
a Velhoco paramos el entrenamiento. La ruta sugerida no vale para el
reto. Es literalmente un suicidio bajar por ahí. ¿Quién hizo la
propuesta de tomar ese sendero? Pues yo. Otra metedura de pata para
el bolsillo. Me lo llevo cargadito en este día.
Llegamos
por carretera hasta el bar más cercano, en El Santuario de La Virgen
de Las Nieves. Hemos hecho 50 kilómetros y estoy que no puedo más. Allí me tomo dos coca colas con mucho hielo. Me
preguntan si quiero un bocadillo pero la verdad es que no me entra
nada.
Nunca
me he sentido tan agotado y tan negativo en el monte. Me miro la rodilla
y el dedo y pienso que hay que echarle un ojo a las heridas. Nos
recoge Ascen y volvemos al apartamento. Me curan y
salimos a tomar algo. Aquí cambio el chip. Vamos a disfrutar un poco
de la noche.
Casi
todo me salió mal, pero sobre todo porque no supe luchar con la
cabeza las dificultades con las que me iba encontrando. Es la parte
más importante de un corredor. De La Palma me llevo una lección
bien aprendida que sé que me ayudará para próximos retos
personales.
Hay que cambiar de mentalidad cuando las cosas que puedan entorpecer tu salida te inundan por todas partes. Simplemente respirar y resetear. Como dice alguien conocido, esto se trata de disfrutar.
Hay que cambiar de mentalidad cuando las cosas que puedan entorpecer tu salida te inundan por todas partes. Simplemente respirar y resetear. Como dice alguien conocido, esto se trata de disfrutar.